jueves, noviembre 21, 2024
Identidad

Pie de Gallo y Juriquilla

Los asentamientos prehispánicos de mayor monumentalidad al norte del valle de Querétaro, en lo que es hoy la Delegación municipal de Santa Rosa Jáuregui.

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En 1978, el Instituto Nacional de Antropología e Historia inició los trabajos de investigación arqueológica en el valle de Querétaro. Ocho años después, en el Atlas Arqueológico Nacional se registraron 1050 sitios existentes en el estado.

Los asentamientos prehispánicos de mayor monumentalidad, diversidad y extensión se concentran al sur del valle: El Cerrito, La Negreta, Balvanera (I y II) -ubicados en el municipio de Corregidora-, Cerro de las Campanas, San Pedro Mártir, El Cuecillo del Conejo, El Cuecillo del Potrero, La Magdalena, La Joya, Tlacote, Juriquilla y Pie de Gallo, en el municipio de Querétaro.

La importancia de El Cerrito es indiscutible como centro rector de la vida prehispánica desde el año 500 d. C. hasta 1632, en que los indígenas de la región seguían adorando a sus dioses dentro del conjunto arquitectónico en ruinas. Las dimensiones que alcanzó su plaza y el basamento piramidal no se presentan en sitio alguno, desde Tula, en el estado de Hidalgo, hasta Plazuelas, en Guanajuato. Sus ocupaciones se asocian con diferente intensidad a las culturas Chupícuaro, teotihuacana, tolteca y chichimeca.

Aunque por años se manejó la idea de una fuerte presencia teotihuacana en todo el sur de Querétaro, solo se han encontrado evidencias de materiales arqueológicos en los sitios La Negreta, al sur del valle, en el municipio de Corregidora y Pie de Gallo, al norte, en la Delegación Municipal de Santa Rosa Jáuregui. Se considera que La Negreta fue un sitio de redistribución regional de obsidiana procedente de yacimientos controlados por Teotihuacán y de artefactos del mismo material elaborados en el propio sitio. También se encontraron varios tipos de vasijas de cerámica procedentes de la ocupación final de Teotihuacán, alrededor del año 650 d. C.

La influencia teotihuacana en Pie de Gallo se muestra en una máscara labrada en toba volcánica con atributos de un Xipe totec, encontrada en el cerro de ese nombre, con altura de 2 340 metros sobre el nivel del mar. Este hallazgo ha sido inusitado en todo el valle. Su arquitectura no es teotihuacana, sino la expresión de arquitectura regional, del llamado tipo patio cerrado. En el sitio, que es el ubicado más al norte del valle de Querétaro, se hallaron diversos materiales arqueológicos de cerámica y piedra en las laderas bajas y medias del cerro, que indican la existencia de zonas habitacionales cercanas a terrazas, construidas para practicar agricultura de temporal.

En la cima existió una unidad arquitectónica del tipo patio cerrado o hundido, de forma cuadrada, rodeada por plataformas construidas con grandes piedras y tierra. Su fachada se recubrió con sillares de piedra o piedras careadas, que posiblemente se recubrieron con capas de lodo. Las plataformas sur y norte, así como sus respectivas fachadas, son de mayor altura debido a la inclinación natural del terreno. No hay evidencia de pisos de cualquier tipo.

En el Museo Regional de Querétaro se depositaron en 1992 seis piezas arqueológicas halladas en Pie de Gallo: un cuchillo de obsidiana gris, una raedera del mismo material, dos pipas de barro, un cajete de paredes rectas y una máscara pulida en toba volcánica amarillenta hecha en altorrelieve. Los rasgos faciales de ésta son triangulares, la boca abierta con representación de los incisivos centrales superiores y de una piel sobrepuesta, por lo que se trata de una representación de Xipe. Con esta información se ha podido establecer una ocupación en el sitio, con influencia de Teotihuacán, para el periodo Clásico entre los años 200 y 600 d. C.

En el caso de Juriquilla, localizado al norte del poblado de ese nombre, el crecimiento urbano influyó en la desaparición del sitio, ubicado dentro del campo de golf. La información disponible procede de la ampliación de una fotografía aérea y la cédula de registro del proyecto Atlas Arqueológico Nacional. El asentamiento de forma circular se encuentra sobre una loma, a corta distancia del arroyo Juriquilla. Consta de una plataforma cuadrada que sirvió para nivelar el terreno y sobre ella se construyeron dos estructuras.

La primera es una cancha para el juego de pelota con la característica forma de doble T y su dimensión bien pudo ser 10 metros de ancho por 30 metros de largo, en sentido sur a norte. La existencia de la cancha parece corresponder a una etapa de ocupación regional de inicios del Posclásico Temprano, alrededor de 900-1000 d. C. La otra estructura es una plataforma alargada en forma de U abierta, llamada terraza en términos arqueológicos; remata en el extremo sur en un basamento rectangular de poca altura. Entre ambas estructuras se aprecian dos pequeños altares cuadrados.

La importancia del sitio radica en tener esta cancha integrada al patrón arquitectónico de unidades compactadas, como es el caso de las unidades de patio hundido, pero claramente diferenciada en su función; esto es, totalmente ritual. El juego de pelota que se practicó en dichas canchas está arraigado a las prácticas religiosas de los pueblos mesoamericanos desde finales del primer milenio de nuestra era. También se relaciona con ciertos ritos de ofrenda y sacrificio humano. Es probable que esta unidad ritual funcionara de manera independiente y periódica, en relación a las unidades habitacionales y político-religiosas descritas para otros sitios del valle de Querétaro.

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