sábado, mayo 18, 2024
Identidad

Buenavista, Santa Catarina y Montenegro

Junto con Juriquilla y La Solana, las mercedes que se otorgaron para Buenavista, SantaCatarina y Montenegro formaron las haciendas de la región a partir del siglo XVII.

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El 11 de marzo de 1556, el virrey Velasco cedió a Jorge Cerón Saavedra y Pablo de Vargas la merced de dos sitios de estancia en términos del pueblo de Querétaro, uno de ganado menor y otro de ganado mayor, colindantes con la estancia de Martín Jofre (Jiménez, 1996: 178). El sitio de ganado mayor era un cuadrado de cinco mil varas por lado, correspondiente a 1 755 hectáreas y 61 áreas; el sitio de ganado menor consistía en un cuadrado con 3 333 1/3 varas por lado y su equivalente era 780 hectáreas, 27 áreas y 11 centiáreas. Esta merced dio lugar a la formación en la primera mitad del siglo XVII de la hacienda de San José Buenavista. Se ubicaba al norte, en “términos” del pueblo de Querétaro, a unas seis leguas, en el lugar conocido como “llano de las ovejas”, a un costado del Camino Real de Tierradentro que conducía a las minas de Xichú y a las de Zacatecas, así como a la villa de San Miguel.

La hacienda de Buenavista se completó con la merced de un sitio de estancia para ganado mayor y dos caballerías de tierra en términos del pueblo de Querétaro que dio el virrey Luis de Velasco hijo, en 1607, a Juan de Saavedra y Monsalve; ese año se otorgó otra merced de un sitio de estancia para ganado menor a Juan Gutiérrez de Medina y una más para ganado mayor a Catalina de Avendaño y Mendoza. Los herederos de estos primeros colonos vendieron las tierras al alférez Tomás González de Figueroa, vecino de la ciudad de Valladolid, quien el 17 de septiembre de 1616 también adquirió en 2 500 pesos la unidad agropecuaria más importante de la región: la estancia y labor llamada Santa Catarina, propiedad de Baltasar Mejía Salmerón.

Al morir González de Figueroa, heredó sus enormes bienes al alférez real José de Figueroa Campofrío, quien primero vendió el Puerto de Nieto -colindante con Buenavista- a Juan Caballero en 8 000 pesos. Luego, en 1634, Domingo Díaz Varela le compró en 10 400 pesos las haciendas de Buenavista y Santa Catarina, que sumaban doce sitios de estancia de ganado mayor y menor, y quince y media caballerías de tierra; incluían las mercedes otorgadas a Gaspar de Mendoza (1547), Pablo de Vargas (1556 y 1565), Juan Alonso de Hinojosa (1560), Lope de Sosa (1565), Juan de Saavedra y Monsalve (1607), Catalina de Avendaño y Mendoza (1607), Cristóbal de Escobar (1608) y al capitán Francisco Calderón (1608 y 1609) (Jiménez, 2003: 64-65).

Al morir Díaz Varela, le sucedieron su mujer y dos hijos, vecinos del pueblo de Querétaro, quienes fraccionaron la estancia de Santa Catarina, que comprendía un sitio de ganado mayor y cuatro caballerías de tierra, y otros dos sitios de ganado mayor con sus caballerías. En 1646 la vendieron en 4 000 pesos a Juan Bautista Ruiz de Peralta, quien la poseyó hasta que falleció. La hacienda de San José Buenavista, que Domingo Díaz adquirió con la de Santa Catarina y formó la mayor propiedad del distrito de Querétaro, fue enajenada a su deceso por su viuda e hijos. El capitán Juan de Orduña, vecino y regidor de la ciudad de México, pagó por ella 3 500 pesos. La propiedad se formó con diez sitios de estancia, cinco para ganado mayor, otro para todos los ganados y cuatro para ganados menores con 9 ½ caballerías de tierra.

Para Juan Ricardo Jiménez (2003: 66-67), el caso de esta gran propiedad agraria, enclavada en una de las regiones más prósperas aledañas al pueblo de Querétaro, es ilustrativo de la alternancia en los procesos de expansión y división de las fincas rústicas, y también de cómo finalmente los bienes raíces se espiritualizaban, como sucedía en otras latitudes y épocas, y entraban en el patrimonio de la Iglesia Católica, indiscutible gran terrateniente de la época colonial. Por otra parte, ejemplifica cómo la élite terrateniente local se originó en el proceso de mercedación de los siglos XVI y XVII.

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