Juriquilla y La Solana
Las mercedes fueron los títulos primordiales de la formación de la propiedad privada en Querétaro. Siete de las 138 mercedes que conforman el territorio de Querétaro corresponden a la Delegación de Santa Rosa Jáuregui, entre ellas Juriquilla y La Solana.
Al comenzar la dominación española, la Corona dio a los conquistadores la tierra como recompensa por sus servicios mediante la merced real. El virrey o la Real Audiencia, cuando gobernaba, eran quienes en nombre de Su Majestad concedían las mercedes, de ahí el adjetivo de reales. Las mercedes constituyen los títulos primordiales de la formación de la propiedad privada en Querétaro. La primera merced real de tierras otorgada en lo que es hoy el territorio del Estado de Querétaro de que se tiene noticia fue otorgada por el virrey Antonio de Mendoza en 1540, en un sitio cerca de San Juan del Río llamado Tequisquil (Tequisquiapan) (Jiménez, 1996: 58-62).
Las mercedes más antiguas de los alrededores del pueblo de Querétaro (en algunas aparece como el nombre de Tasco, en náhuatl) -que se fundó en 1531, según la versión tradicional surgida en las crónicas franciscanas del siglo XVIII- corresponden a Amascala para Pedro Vázquez (1543), Pedro Hernández (1546), Juan Alonso de Sosa (1549), Lope de Sosa (1552), Juan Rodríguez (1554) y Juan de Jaso (1554); en el camino de San Miguel de los Chichimecas a Bartolomé Gómez (1550 y 1552) y Martín Jofre (1552 y 1561), a Jorge Cerón Saavedra y Pablo de Vargas (1556), y en Jurica y La Solana a Juan Sánchez de Alanís (1551), Juan Rico de Rojas (1551) y Gaspar de Castañeda (1565) (Jiménez, 1996: 178 y 198), (Jiménez, 2003: 32).
De los datos que aporta Juan Ricardo Jiménez en su documentada obra Mercedes reales en Querétaro, se desprende que siete de las 138 mercedes que incluyó en ella corresponden a lo que fue el territorio de la municipalidad de Santa Rosa, que existió como tal entre 1820 y 1916, mismo que hoy ocupa la Delegación Municipal de Santa Rosa Jáuregui. Se trata de las mercedes que se reproducen en las páginas 163, 166, 172, 173, 178, 188 y 198-199; seis las otorgó el virrey Luis de Velasco, quien gobernó en el periodo 1550-1564 y una la Real Audiencia. Ellas dieron lugar a la formación de grandes haciendas como Juriquilla, La Solana, Buenavista, Santa Catarina y Jofre. Con el tiempo, Juriquilla y La Solana formaron una unidad productiva junto con San Isidro; mientras que Buenavista y Santa Catarina hicieron lo propio con Montenegro.
El 19 de junio de 1551, Juan Sánchez de Alanís recibió los sitios de estancia nombradas La Solana y Jurica, en los Chichimecas, fuera del pueblo de Querétaro. El 16 de noviembre de 1551, Juan Rico de Rojas obtuvo una estancia de ganado mayor en términos de Querétaro y Jurica llamada El Peñol, colindante con la de Juan Sánchez. El 3 de julio de 1552, Martín Jofre recibió una estancia de ganado mayor ubicada entre el pueblo de Querétaro y Xichú, al final de una estancia de Alonso de Villaseca. El 22 de julio de 1552, Jofre fue favorecido con otra estancia de ganado menor en términos de Querétaro.
El 11 de marzo de 1556, Jorge Cerón Saavedra y Pablo de Vargas recibieron dos sitios de estancia en términos de Querétaro -Buenavista-, uno de ganado menor y otro de ganado mayor, colindantes con la estancia de Jofre, quien el 29 de marzo de 1561 recibió una estancia más de ganado mayor en los Chichimecas, entre las estancias de Villaseca y Vargas, llamada en lengua mexicana Taxcaltitlán y en chichimeca Bocambo. El 10 de marzo de 1565, Gaspar de Castañeda recibió un sitio de estancia para ganado menor con una caballería de tierra dentro de los Chichimecas; no se indica su nombre, pero después veremos que se llamó La Ciénega de los Mulatos.
Juan Sánchez de Alanís es uno de los personajes más importantes en los inicios del pueblo de Querétaro. Casi todos los autores escriben con acento su segundo apellido, pero Wright (1989: 47) aclara que no se acentúa. Era criado de Hernán Pérez de Bocanegra, encomendero de Acámbaro, quien trajo al fraile que bautizó al cacique otomí Conni y lo llamó Hernando de Tapia; aprendió las lenguas otomí y chichimeca, junto con Tapia fundó el pueblo en su sitio actual y adoctrinó a los indios chichimecas de La Cañada (Acuña, 1987: 220). Hacia 1550, Sánchez de Alanis trazó el pueblo de Querétaro “en forma de un juego de ajedrez […] con muy grandes y espaciosas calles, y puestas por muy buen concierto y orden” (Acuña, 1987: 232).
La merced de Sánchez de Alanis no precisó la ubicación de las tierras, pero sí se identificaron en los actos posesorios, realizados el 23 de octubre de 1555 ante Luis Suárez de Vargas, justicia mayor en las provincias de Jilotepec y los Chichimecas. El sitio de estancia llamado Jurica, a dos leguas del pueblo de Querétaro, poco más o menos, “donde se hasse una quebrada e un arroyo que por baxo della está otra estancia de Juan Rico de Rroxas”. El otro sitio, La Solana -también llamada Solanilla-, distaba media legua de la estancia de Juan Rico “por vaxo della donde a la entrada de una quebrada e arroyo están unos corrales, legua y media poco más o menos del dicho pueblo de Querétaro”.
El 20 de enero de 1556, Sánchez de Alanis y Rico de Rojas vendieron a Fernando de Tapia, gobernador de la república de indios del pueblo de Querétaro, los sitios de Jurica, El Peñol y La Solana, que eran colindantes, en 600 pesos. Tapia murió en 1571 y entonces los sitios los heredó Magdalena Ramírez, su mujer. Posteriormente, las tierras fueron propiedad de la hija mayor del matrimonio, María de Tapia, quien las perdió en un remate, donde las adquirió Francisco Muñoz Colchado. Luego, éste las cedió a la misma María de Tapia en 1599 (Jiménez Gómez, 1996: 73). Al parecer, Muñoz Colchado volvió a recuperar las tierras, pues en su testamento (1601) aparece entre sus propiedades la estancia y tierras de Jurica (Urquiola, 1989: 131-132).
Además de que fueron propietarios vecinos, Juan Sánchez y Juan Rico también emparentaron. En su manuscrito titulado Paramología del diptongo de Querétaro, elaborado hacia 1579, el franciscano Paciente de Verona dice que “Alanís vino de Castilla lego, casado, de capa y espada; que enviudó en esta provincia en que dejó noble descendencia, como fueron los Alanises, Ricos y Rojas, y viudo y cumplidos los 30 años, se ordenó sacerdote” (Septién, 1967: 71). Una de sus hijas pudo ser Catalina Méndez, quien nació hacia 1530 y casó con Juan Rico de Rojas hacia 1550 (Bisabuelos).
Jorge Cerón Saavedra, otro beneficiado con mercedes en la región, era hidalgo y fue poblador durante la primera época en la colonización. Nació en Baeza, Jaén; fue hijo de Martín Cerón y Marta Martínez de Altamirano. Llegó a la Nueva España en 1530 para servir como “maestro de campo” en la campaña de entrada de Hernán Cortés al océano Pacífico. Fue vecino de la ciudad de México. El virrey Antonio de Mendoza le otorgó la encomienda de Charo, llamada también Matalcingo. Al mediar el siglo XVI, se aventuró en la empresa de las minas de Zacatecas (Jiménez Gómez, 1996: 77).
Con la estancia de ganado mayor de Jurica, el sitio de ganado mayor de El Peñol, y el sitio de ganado menor y la caballería de tierra de La Ciénega de los Mulatos se constituyó en la segunda mitad del siglo XVI la unidad productiva que hacia mediados del siglo XVII se convirtió en la hacienda de Juriquilla, llamada también Jurica, posiblemente por ser parte de las tierras que formaban el valle de este nombre.
En las tierras pertenecientes a La Ciénega de los Mulatos se asentó el pueblo de Santa Rosa, que se fundó el 13 de marzo de 1753 mediante la toma de posesión hecha por los franciscanos de la doctrina de Querétaro del terreno para el establecimiento de la Ayuda de Parroquia aprobada por el Arzobispado de México. El día 6 del mismo mes, el virrey Juan Francisco de Güemes y Horcasitas, conde de Revillagigedo, concedió la licencia respectiva, por mandato del arzobispo Manuel Rubio y Salinas.
Varios documentos del siglo XVII contienen referencias donde se habla indistintamente de Juriquilla y Jurica, lo que ha dado lugar a cierta confusión sobre ambas fincas. Durante la segunda mitad del siglo referido, ya hacen la separación entre Juriquilla y lo que desde entonces se denominó como Jurica el Grande. Juriquilla es el diminutivo de Jurica y hasta ahora los especialistas no han encontrado el significado de esta palabra, de origen náhuatl. Con el tiempo, la designación de Jurica el Grande se perdió y quedó sólo en Jurica.